Para el Führer, la formación de los jóvenes alemanes era una de las piedras angulares del Tercer Reich y dedicó mucho tiempo a crear un adoctrinamiento sistemático y eficaz. A finales de 1939 las Juventudes Hitlerianas, cuyo ingreso era todavía voluntario (tras el estallido de la guerra todos los jóvenes eran reclutados de forma automática), llegaron a contar con 8 millones de militantes. Para dejar a sus enemigos internos sin palabras Hitler utilizaba una frase que, sin duda alguna, pesaba sobre ellos: “Tu no piensas como yo, pero tus hijos me pertenecen”.
Gracias a esto, aquella generación de niños influenciados por Hitler fue la única que el nazismo pudo moldear completamente ya que incluso el Fuhrer era más importante que sus propios padres.
“Otra de las consecuencias de nuestra errada educación de la anteguerra fue el
temor a la responsabilidad y la consiguiente falta de entereza para abordar problemas
vitales.” 18
(Hitler, 1925)
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